Un nuevo regreso...

Adoro volar.

Adoro volar a sus brazos...Pero sobretodo adoro volar.

Es una de las experiencias mas placenteras que existen para mi.
Tal vez en otra época fui pájaro… Tal vez tengo los ojos de una niña sorprendida, insaciable y asustadiza... tal vez tengo un corazón hambriento de ver el mundo que durante tiempo se me ha negado... tal vez necesito ver la belleza allá donde pare mi mirada…tal vez porque el sufrimiento fue mi amigo durante mucho tiempo, y ahora necesito soñar que ya no está más conmigo… tal vez soy feliz de esa manera, porque adoro sorprenderme con las pequeñas cosas del mundo, y con las pequeñas cosas de mi alma…tal vez porque mi alma está cansada de que no ocurra nada y sacia su hambre con todo lo que encuentra.

Desde que me despierto hasta que me duermo, mi alma está hambrienta de belleza, y volar es el gran festín que provoca en mi una indigestión de felicidad.
Porque como en una nave espacial comienzo a despegarme del mundo real al imaginario…como en los sueños en que soy pájaro. Parece que la vida se concibe distinta si observas el mundo tan alto. Y todo lo que aquí bajo se ve imposible, desde arriba no tiene casi tamaño.
Mis ojos se vuelven los de una niña que observa su mundo de muñecos sin tocarlo. Y casi puedo oler y tocar las nubes con mis dedos. Son océanos blancos que rezuman la humedad y el descanso. El Sol está más cerca de mi y ya no siento frío…

Y meditar para mi es una de las experiencias más placenteras también por eso. Si consigo volar en mis meditaciones, consigo verme desde lejos, mis pensamientos no tocan el suelo porque no necesitan existir, son como minúsculas motas de polvo que entran a través de un rayo de luz en un agujero del tejado. Su baile se convierte en música…tal cual llegan a mi mente se dispersan. Sólo hay una sensación de existencia, más allá de los límites del espacio y el tiempo. Una sensación de ingravidez se apodera de mi cabeza, a veces de mi cuerpo, y como si quisiera despegar del suelo.

Meditar para mi, los días en que estoy feliz, es como despertar con los ojos de un niño. Todos los colores son llamaradas de vida en mis ojos. Las imágenes, sean cuales fueren, se convierten en el centro de mi atención, y extraigo de ellas la belleza y la sabiduría de que es capaz de experimentar mi mente. Ella se vuelve como de embrión, y casi desaparecen los juicios y esquemas ordinarios. Todo es visto desde una perspectiva más creativa, como de niño que juega a ver el mundo a su medida.
El tiempo se ralentiza…a veces casi desaparece…pues me quedo absorta observando la vida, como si de mi primer día de vida se tratara.

Al principio, hace años, pensaba que esto me ocurría porque mi vida había sido poco vivida y experimentada…porque conocía pocos lugares y personas, que todo me sorprendía porque era nuevo. Hoy comprendo que todo me va a seguir sorprendiendo, si quiero, mientras quiera, porque todo es nuevo siempre. Todo depende de las ganas que tenga de seguir sorprendiéndome…o del esfuerzo que haga por no acostumbrarme a nada. El día que decida ser adulta, que decida saber de la vida, tener conocimiento, sentido común, ideas fijas, verdades que enseñar…ese día dejaré mi vida a un lado. Adoptaré el cerebro de un ciudadano y me comportaré como tal…